Los programas instaurados ya muestran resultados y aunque los reportes sobre reacciones adversas de medicamentos, RAM, son bajos comparados con los de otros países, la red de farmacovigilancia está cada vez más articulada.
La tendencia mundial de evaluar con lupa la seguridad de los medicamentos y el caso reciente de los Cox-2 dio un campanazo de alerta sobre la farmacovigilancia como herramienta para evitar este tipo de episodios.
En Colombia, los resultados son satisfactorios, pero desde la creación del programa hasta hoy se ha desaprovechado el tiempo. Después de la Ley 100 se empezaron a generar iniciativas de vigilancia de medicamentos espontáneas en instituciones, entidades territoriales, EPS e, incluso, universidades. Sin embargo, solo hasta 2003 se comenzaron a articular los programas y a hacer una caracterización de lo existente para integrarlo con el trabajo del Invima. “A través de encuestas, visitas y capacitaciones, formalizamos la red de farmacovigilancia que no es otra cosa que la sistematización de la información de las personas, instituciones y programas que existían en el país”, explica Claudia Vaca, directora del grupo de Farmacovigilancia del Invima.
De hecho, desde el año pasado el país empezó a mandar sus reportes a la OMS y es una de las 75 naciones del mundo que participa del programa de la organización. Para ajustar los reportes, el año pasado se publicó una resolución que obliga y reglamenta la forma como la industria farmacéutica debe enviar los reportes sobre RAM y aunque la normatividad no es garantía de que todos los laboratorios mandan al Invima todos los reportes que les llegan, a partir de la expedición de la resolución se han disparado las cifras (74% de los reportes los hace la industria).
Entre 1996 y 2002 se presentaron ante el Invima 190 reportes de sospechas de RAM, y en el primer trimestre de 2005 la cifra llegó a 225.
Los contras
Aunque desde la industria se destaca la labor de la red de farmacovigilancia y específicamente la del Invima (se ve como un avance importante la vinculación de Colombia al programa mundial de la OMS), los lunares no faltan. Carlos Maldonado, de Schering Colombiana, asegura que hay que afinar aspectos como el relacionado con la vigilancia y control para garantizar que cada compañía lleve un adecuado programa. “Otra debilidad está relacionada con la rotación del personal del Invima. Al parecer los contratos son temporales, lo cual no permite una adecuada capacitación y se puede perder el hilo conductor del programa”.
Soledad Cepeda, PhD y anestesióloga, explica que otra de las dificultades en el momento de hacer farmacovigilancia y evaluar la seguridad de los medicamentos es que no se sabe a ciencia cierta cuántas personas toman determinado medicamento.
Para Vaca, la red de Colombia no puede ser comparable a la de otros países del mundo y la efectividad no se puede medir solo por número de reportes. Incluso alerta sobre problemas que tiene, como el subregistro y el uso del reporte inducido como mecanismo de competencia desleal. Por el momento, el Invima le apunta a crear una de las redes más sólidas de la región, y convenios universitarios, con recursos cercanos a los $700 millones y un equipo específico destinado al tema parecen ser el primer paso.
Articulo tomado de www.medilegis.com
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